sábado, 17 de julio de 2010

No perdamos el rumbo

Conocerte fue como caminar la cornisa, conocerte fue desafiar mi destino, el cual podía llevarme a mi propia devacle. Soñar juntos fue tal vez lo mas hermoso de nuestra unión, saber que nuestro porvenir parecía ser el infinito del mundo en el que estábamos sumergidos. Porque seria hipócrita negar que no nos gusto, que no sentimos ese sabor tan exquisito de dar sin esperar recibir nada a cambio. Aprendimos del tiempo y la vida, que alejarse es haber compartido. Que hacemos planes vanos, porque día a día todo parece sorprendernos. Pareciera que el dar todo el uno por el otro, te agobio, que querías respirar otro aire, mas parecido al de la libertad... Aunque podría asegurar que nunca impedí que recibieras otro amor ajeno al mío. Quizá quiera encontrarle una explicación a lo inexplicable, o que no pueda ni quiera dejarte ir. Que solo me queda en los bolsillos la duda, y el silencio propio de la soledad. Tal vez, me sobra el dolor, me falta el valor para decirte adiós. Porque mi mente y mi alma están dando vueltas alrededor de tu nombre, aunque en el fondo solo quiera borrarlo. Pero hay cosas que no sirven de nada forzarlas, “dejarlas ser” parece lo mejor, aunque eso nos traiga dolor. Solemos inclinarnos hacia el dolor, no se por qué pero en ciertas circunstancias pareciera que este nos hace feliz o, que simplemente, se adapta más a lo condición del ser humano: la imperfección.
Creo que debería dejar los sentimientos tal cual están, pero mi mente me juega siempre una mala pasada, parece ser la voz de la justicia, mientras que el alma solo el juez que condena.. No se como, pero a mi manera quisiera seguir mi rumbo, no se adonde, si, tal vez persiguiendo mis sueños, antes que se me escapen, a pesar de todo, debemos aceptar que la vida sigue y que nada nos puede detener, esa palabra debemos evitarla siempre. Tal vez sea parte del juego de la vida: una sonrisa y un llanto. Pero no debemos frenarnos ni olvidarnos nunca que van a estar esas personas, las que estuvieron siempre, las que nos permiten seguir brillando cuando el Sol parece yacer y perdemos de vista la tenue luz de nuestra ultima esperanza.

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