lunes, 23 de agosto de 2010

Más que hermanos, más que amor

Sintió un sonido proveniente del cuarto contiguo. Era el timbre. Ese sonido tan perturbador, que no cesaba. De casi ensordecedor, se transformó en taciturno. Quizás fue tan repentina su llegada que no hizo tiempo a presagios. Esto puede ser un buen punto; da lugar a la autenticidad, sin sufrir modificación alguna (en todos los aspectos).

Sin detenerme en nimiedades, pasaré al punto central. Abrió la puerta, temblorosa, avergonzada, a un paso de desvanecerse. Balbuceo un débil “Hola…”, parpadeó y dijo “¿Qué haces aquí?”, el joven del cual se desconocía su identidad hasta el momento, realizó un movimiento brusco al tiempo en que se pudo divisar la caída de un rosario de plata, que no pudo resistir el golpe. Se despedazó. Esto no era un buen augurio.

Nada parecía dar indicios para profundizar sobre estos hechos. Recién comprendí la historia cuando escuche al joven desconocido susurrarle al oído: “hermana, he vuelto”. Ella no dudo en abrazarlo y en sentir su piel que parecía sufrir de hipotermia. Claro el muchacho vivía en el Sur del país, mas precisamente en la provincia de Chubut (hacía más de 2 años). Siempre fueron hermanos muy unidos, inseparables tal vez. Esto pude notarlo en las anécdotas que ambos relataban con entusiasmo, mientras una sonrisa acompañaba el momento.

Ella no cesaba de observarlo, de notar sus cambios físicos y sobre todo el de su mirada, que parecía inquietarla. Y claro fueron dos años en los que el anhelo y la nostalgia fueron inevitables. Ella nunca le había dado ese magnifico valor que merece el amor de un hermano. Él por su parte siempre fue un hombre amigo de la libertad, aunque la soledad… con ella sí que no tenía una relación cercana. Le tenía pánico. Su hermana había sido la encargada de quitar a aquella enemiga de su vida, con su amor para nada ínfimo, podía lograrlo a todo instante.

Pero, en lo personal, una duda irritaba mis neuronas, y sobre todo mis sentimientos. No entendía por qué la muchacha había recibido, si se quiere, peyorativamente, a su hermano, a su amado hermano. Por cierto importante detalle.

Saqué una conclusión, que espero que no sea banal: quizá el alejamiento y la sorpresa de su llegada no pudo evitar esa reacción poco entusiasta, aunque ella no desease esta actitud. Esta respuesta me pareció muy inocente. Yendo un poco más profundo creo que mi alma comprendió… si, pude entender a esa muchacha. Ciertas actitudes para con los demás nos hacen tan miserables… nos arrebatan el brillo, sin dejar ni un rastro de él. Pude darme cuenta que esa mujer insistía en hablarle a los ojos de su hermano, que para ella las palabras eran inútiles. Quería gritar que lo amaba. Él sin duda era uno de sus pilares. Sin él su vida no era más que un montón de nada. Quería, a su vez, susurrarle aquellas famosas estrofas de Don José Hernández (“Los hermanos sean unidos…”) pero nada parecía saciar la sed de ese amor que lloraba su corazón.

Ya se cumplía la hora en que el joven debía emprender su camino de vuelta. A ella se le acaban los minutos, los segundos… Ambos se dirigieron a la puerta, ella se agacho a recoger el rosario para devolvérselo, cuando volvió su mirada hacia él, le brillaban los ojos, en menos de lo que dura un suspiro le cayó una lágrima, pudo abrazarlo y recitarle las dos palabras mas bellas que existen. Cuando la puerta se inclinó hasta terminar de cerrarse, ella sintió que algo le faltaba, que algo ya no estaba en su interior. Su hermano se había llevado algo que le pertenecía, el mejor tesoro de un ser, eso que ella había conservado durante años que vale más que todo, que era su corazón. Quizá el timbre no volvería a sonar, pero su corazón si, porque ahora podía expresar su amor.

domingo, 22 de agosto de 2010

Mi suave viento de primavera

Una mujer escondida en un cofre. Allí la encontré. Ella brillaba, entre tanta gente. En una multitud, pude divisar su mirada franca, su andar pausado y su destino, mi destino.

Yo estaba ya casi sin esperanzas, sin ni si quiera indicios, huellas que indicaran mi futuro naufragio. Aunque en aquel momento me encontraba en la borda, ella fue mi turbina, ese suave viento de primavera. Siempre supe que a su lado las palabras solo eran gotas, ella era un manantial de valores, perdidos en un mundo inmoral.

Pudo confiarme poco a poco, su pasado, del cual aprendí el sentido de la lucha constante, de la perseverancia hasta en las grandes tempestades.

Sí, era increíble ver tanta paz cuando en su vida reino la enemiga. En ella pude encontrar a un patriota escondido, a un soldado de la justicia y a un capitán del tiempo, porque lo hacía eterno.

Ella me enseñó que los ojos son solo instrumentos y que el corazón es el encargado de tocar las melodías del alma. Logro emprender en mí un viaje a mi interior, para odiar mas aún la frivolidad, enemiga eterna que tendremos en común.

Sus halagos, su humildad, su reconocimiento son tan indescriptibles como el amor, y sobre todo su amor, tan infinito que no alcanzaría un universo.

Ama lo oculto, lo que es y puede ser. Su mayor virtud rodeada entre tantas otras quizá sea la de dar forma grata a las creaciones de una imaginación siempre fecunda.

Ella realizó una metamorfosis en mi rumbo, hoy puedo ver con claridad este mundo donde encontré una mujer que supo con tan solo un suspiro, acariciar mi alma, atrapar mis sueños. Ella estaba en un cofre intentando ser más que el oro, y lo fue, y lo es.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Una pincelada más en mi cuadro de optimismo

Quizá era hora de aprender la lección. Día a día, momento a momento, la vida nos da cátedra de cuestiones que nuestra soberbia nos impide ver. Son ciertas acciones las que acarician a nuestras pupilas para que estas puedan apreciar la claridad.

La negatividad, el odio, el rencor nos hacen tan miserables… ¿Quién alguna vez no se sintió invadido por éstos?

La comunicación entre dos hombres (apartando los sentimientos superfluos) es tan bella, enriquece sin duda, nuestro alma elevándola al mayor grado de amor y bondad.

A menudo sentimos rechazo, lejanía, soledad, quizá sucede esto porque estamos aprendiendo a revolver ese baúl repleto de cosas que aún ni conocemos; ese baúl con forma de cofre, que brilla; ese baúl que somos nosotros mismos, que es nuestro alma que ha tomado forma porque desea alcanzar la libertad.

Nosotros, el alma, un baúl, absolutamente todo necesita encontrar su lugar en el mundo pero no sin antes amarlo y tampoco sin previamente haber hallado la esencia de la vida.

Es hora de dejar de cuestionar los horizontes ajenos. Es hora de hacer para construir un futuro donde la condición humana ya no se vea degradada por ese pasado miserable, para que en algún instante esa aguja que nos domina detenga el tiempo, que nos revelará nuestro verdadero fin.

Cuando podamos construir un nuevo mundo gobernado principalmente por el amor, bajo el dominio de la verdad y donde seamos nosotros los jueces de nuestra propia conciencia, es aquí cuando solo seremos presos del sueño más preciado de todo hombre: LA PAZ

domingo, 1 de agosto de 2010

Toda la materia es meramente energía condensada a una baja vibración, todos somos una conciencia experimentando su propia subjetividad, no hay algo llamado muerte, la vida es sólo un sueño y solo somos la imaginación de nosotros mismos.